Como ya os avisé en la anterior entrada, el aumento de la glucosa en sangre es un fenómeno complejo en el que se ven implicados más órganos del cuerpo que sólo el páncreas.
Está, efectivamente, ese órgano que según algunos autores tiene forma de pera plana y se sitúa en la parte superior del abdomen. En él se fabrica la insulina y otra hormona que se llama glucagón. Juntas, estas dos hormonas, trabajan para mantener el nivel adecuado de glucosa en la sangre.
Pero hay más.
Están los músculos que son capaces de capturar la glucosa de la sangre y almacenarla.
También influye el hígado porque es capaz de producir glucosa, como producto de su funcionamiento normal, cuando detecta “hambre” en las células.
Existen unas sustancias que se liberan en el intestino y son las responsables de la liberación de la insulina cuando comemos.
La grasa corporal, tiene un papel en este tema muy importante: informa al cerebro a través de unos “mensajeros” hormonales del estado de las reservas de energía influyendo en la aparición del apetito. Además, es capaz de modificar la sensibilidad a la insulina, no sólo en el propio tejido graso, sino también en el sistema muscular o en el hígado, siendo responsable en muchos casos de la llamada resistencia a la insulina.
Otro protagonista en esta historia es el riñón porque es el encargado de recuperar o no la glucosa cuando produce la orina.
Y por último está el cerebro, ya que es allá arriba donde se regula todo y en especial el control del apetito. Parece ser que en presencia de obesidad y diabetes este control es anómalo.
Así que como veis la diabetes es un tema complejo con muchas caras. Pero esta complejidad también ha ayudado a que la forma de manejar y tratar este problema pueda hacerse desde muchos frentes, con resultados muy buenos. Pero de eso hablaremos en otras entradas.
Espero vuestros comentarios en hablamosdediabetestipo2@gmail.com.